Monday, November 20, 2006

poema 27

Una voz estruendosa como luz repentina
trae a la vista párpado de sangre dorada,
retira de aquel mundo de niebla plateada,
levanta las cortinas.
Como algún espasmo involuntario
deja en tormenta el descanso.

Pero las cortinas doradas suelen ser pesadas
y sin remedio lentamente se vuelven a caer,
para nublar los sentidos,
caer la cabeza,
dejar muda la charla...

Así, dependiendo de la naturaleza
y el volumen de las operaciones
en un negocio, el diario general
puede separarse en un ronquido
y un si, si profesor, estoy aquí:
tras cortinas de niebla y desvelo de cátedra.

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